Científicos alemanes jurando fidelidad a los Estados Unidos |
A finales de 1946 llegaron a los Estados Unidos de Norteamérica 730 científicos alemanes que se unieron a los 270 que llevaban ya un año trabajando allí. De este modo quedó completa la operación Paperclip. Otras operaciones secretas se encargaron de trasladar a los científicos japoneses, italianos y de los restantes países aliados del Eje durante la guerra. Se trajeron, además, 5.000 toneladas de material, 1.500.000 documentos y una ingente cantidad de microfilmaciones técnicas y científicas altamente confidenciales.
Algunos recién llegados eran considerados criminales de guerra. No importaba, simplemente se “olvidaron” sus crímenes. El gobierno esperaba ahorrar billones de dólares y adelantar, gracias a ellos, diez años en investigaciones y traducciones, de un material escrito que en buena parte era indescifrable incluso para los que sabían hablar alemán.
Sólo la famosa base de Wright Patterson, asociada continuamente por los ufólogos a la captura de tecnología extraterrestre, en 1946 recibió 1.500 toneladas de documentos en papel y microfilmados. Tras el trabajo de traducción efectuado por 300 personas se agregaron 100.000 nuevos términos técnicos a la lengua inglesa. Cuesta creer estas cifras descomunales, pero su exactitud es reconocida en el artículo escrito por Bruce Ashcroft y Rob Young, dos historiadores oficiales del NAIC (Centro Nacional de Inteligencia Aérea), que se puede encontrar en la web oficial de la propia base.
Fue como si verdaderamente, en vez de científicos y técnicos del Eje, hubieran capturado a los sabios de una ciencia alienígena. Lo que hallaron en aquellos documentos consiguió que la industria estadounidense avanzara más tras la guerra que en toda su historia. Abarcaba todas las áreas del saber: Computadoras de cintas magnéticas; dispositivos de visión nocturna; preservación de alimentos; elaboración de productos comestibles a partir del carbón; tejidos y tintes revolucionarios; nuevas drogas o los avanzados estudios del matrimonio Duell sobre la influencia del clima en la salud, la radiación solar y los efectos de los rayos ultravioleta e infrarrojos en el ser humano.
En el campo aeronáutico y espacial la sorpresa fue incluso mayor todavía. Los resultados impresionaron tanto a las autoridades, que el personal de la propia base (entonces Wright Field), ayudado por los especialistas germanos, comenzó a trabajar, durante julio de 1947, en el Proyecto Sign (en 1949 fue rebautizado como Proyecto Grudge), intentando establecer si una parte de los “platillos volantes” eran aeronaves soviéticas creadas a partir de la tecnología capturada a los alemanes.
El proyecto, con sus diferentes nombres, duró desde 1947 a 1969, culminando en el legendario Libro Azul. De los 12.618 casos estudiados 701 no podían ser explicados mediante confusiones, fraudes o fenómenos naturales, y seguían siendo objetos no identificados. Para el público constituían la prueba más firme de la existencia de una tecnología de otro mundo, pero hoy, conociendo los anteriores trabajos aeronáuticos de Alemania, comprendemos perfectamente que la conclusión número dos del ejército publicada en el Libro Azul fuera la siguiente: “No existe evidencia encontrada o descubierta por la fuerza aérea que indique que los casos catalogados como no identificados representan progresos tecnológicos o principios más allá de la gama del conocimiento científico actual”.
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