Al hablar de oleadas OVNI parece que no existan asuntos similares y con las mismas características, algo que no es cierto. Viendo la actuación de la sociedad ante fenómenos de moda en una época determinada, comprenderemos como es posible la aparición de una acumulación de casos y personas que afirman haber pasado por la experiencia.
A principios del siglo XX se dieron los dirigibles o globos fantasmas. Comenzó en Inglaterra y se expandió a buena parte del mundo. En el año 2000 España pasó por la fiebre de los “hielolitos”, nombre dado por algunos periodistas a grandes trozos de hielo que supuestamente cayeron del cielo misteriosamente. Los medios de comunicación se lanzaron sobre la noticia y las especulaciones dieron toda clase de posibles explicaciones. Era culpa del cambio climático, pérdidas de agua de los aviones, restos de un cometa, extraterrestres y bromistas. Prestigiosas instituciones científicas se hicieron cargo de la cuestión: Instituto del Frío de Madrid, Instituto Tecnológico Minero, La Universidad Autónoma de Madrid, Estación Experimental del Zaidín, Instituto de Física-Química “Rocasolano”, Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas y el departamento de Química Analítica de la Universitat de València.
La historia comenzó el 8 de enero de 2000, en Soria cayó un trozo de hielo y a partir de ahí ocurrieron unos 50 casos en pocos días. El que verdaderamente dio el disparo de salida sucedió el día 10 en Tocina (Sevilla). Antonio Sánchez “El Murciano” se encontraba en el bar El Pelón, en el momento de salir un vecino le preguntó: “¿Has capado al cochino?”, mientras respondía un enorme hielo cayó sobre su coche aboyándolo y rompiendo el parabrisas.
Vecinos que oyeron un estruendo similar a una bomba, un vendedor de cisco (carbón menudo), testigo directo, que salió corriendo y gritando “yo no he sido, yo no he sido”. La Guardia Civil hizo pronto acto de presencia, trasladando el trozo de hielo al Centro de Meteorología de Andalucía Occidental en Sevilla, para que procediera a su análisis. El director del centro, José Ramón Marín, se mostró muy cauto, aquel pedazo de hielo esférico medía 22 centímetros de diámetro y pesaba 1.790 gramos, era imposible saber su procedencia.
Semejante noticia no podía ser desperdiciada por los medios de comunicación y buscaron sucesos similares por toda España. En un primer comunicado del CESIC, Jesús Martínez Frías, del Museo Nacional de Ciencias Naturales, sólo daba como auténticos seis casos, los nombrados de Soria y Tocina más: L'Alcúdia, Valencia (11-01); Enguera, Valencia (15-11); Xilxes, Castellón (15-01) y Algemesí, Valencia (18-11). Sin embargo, existieron muchos más, pero "en España hay mucho cachondo", señaló gráficamente el director general del Instituto Nacional de Meteorología, Eduardo Coca.
En Burriana, Castellón, un camionero para tomarle el pelo a un compañero decidió que, nada mejor que seguir la moda de esos días, poner un trozo de hielo en medio de la carretera. El de Lleida, aparecido en un colegio, tenía forma de una botella de Coca Cola de dos litros, para más señas. Una enorme bola de nieve traída de la sierra madrileña causo el caso de Móstoles. En La Secuita, Tarragona, hicieron pasar un descomunal terrón de azúcar por un gran trozo de hielo. La helada en Dos Hermanas, Sevilla, fue la causante de un nuevo aerolito. El del barrio de los Remedios de Sevilla fue de lo más sencillo, un chaval congelo agua en una bolsa, la quitó y dejó caer el hielo desde el balcón. Trozos de bigotes de gambas fueron encontrados en el de Las Viñas, Cádiz, caído cerca del mesón Ca Felipe.
Las bromas se pasaron a veces de la raya. En Montblanc, Tarragona, se rozó el surrealismo, un hielo de medio kilo cayó en el capó de un coche en pleno centro del pueblo. La policía local entregó el supuesto aerolito a la Guardia Civil, y la Delegación del Gobierno tomó cartas en el asunto. Viendo lo que le venía encima, el pastelero José María Andreu confesó, sin perder la sonrisa, que sólo se trataba de un trozo de hielo de su congelador.
El día 18 fue batió el record con la caída de 21 aerolitos en un solo día. Se creó hasta el Aeroliting, un sistema basado en meter el hielo en varios congeladores bien limpios, para que al analizarlo no aparecieron restos. Según su inventor con el contenido de seis congeladores creabas un aerolito de 12 kilos, luego bien colocado, se podía conseguir tener a “todas las cadenas de televisión en tu barrio o en tu casa”. Si se lograba hacer con agua de lluvia podía llegar a engañar hasta un buen análisis.
Los pocos casos aparentemente auténticos quedaron eclipsados por un alubión de bromas. No es que todos sean falsos, pero cuando un tema se pone de moda podemos prepararnos para las guasas; esas que tanto niegan y molestan a los ufólogos clásicos, especialmente cada vez que se da una oleada OVNI.
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