Sin llegar a un estadio tan avanzado como los mayas en Centroamérica, a la llegada de los conquistadores españoles los indígenas cubanos también poseían conocimientos en la rama de la astronomía, asegura el investigador Marcos Rodríguez.
Profesor universitario jubilado y con más de 30 años de ejercicio en las investigaciones arqueológicas, Rodríguez argumentó su tesis, en diálogo con Prensa Latina, mediante los hallazgos realizados en el complejo Palo Liso-Las Glorias, en el municipio de Rodas, enclavado en la sudcentral provincia de Cienfuegos.
Un calendario solar y algunos telescopios naturales sobresalen entre los descubrimientos realizados en las cavernas situadas en la cuenca del río Damují, principal curso fluvial del territorio de Cienfuegos, cuya capital provincial dista 250 kilómetros al sudeste de La Habana.
Rodríguez sostiene que el culto a los astros es un aspecto a destacar en Palo Liso-Las Glorias, pues como era habitual en pueblos de semejante estadio histórico los habitantes de esta región adoraban tanto al Sol como a la Luna y otros cuerpos celestes.
Además del factor referido a la cosmovisión del mundo por esas comunidades, el investigador apunta uno más práctico: la necesidad de observar los movimientos astrales y sus posiciones en el cielo en beneficio de sus actividades económicas.
Entre los fenómenos que se repetían de manera cíclica los aborígenes tenían en cuenta las lluvias asociadas a la llegada de la primavera, el arribo de algunas especies de animales y su reproducción, así como la abundancia de frutos silvestres, entre otros.
Las observaciones realizadas en la caverna de La Siguaraya comprobaron la existencia de una dolina (abertura casi circular en el techo de la gruta) a través de la cual en los días previos y posteriores al 21 de diciembre (solsticio de invierno) la luz solar penetra de manera oblicua para iluminar durante 20 minutos un petroglifo grabado mediante gruesos trazos en la roca caliza.
Los investigadores, indica Rodríguez, llegamos a la conclusión de que la iluminación no se trataba de un hecho fortuito, sino un efecto logrado a partir de la voluntad humana y como resultado de la observación de un fenómeno natural y su aplicación práctica a la satisfacción de necesidades materiales y anímicas.
Además de las dos grutas tomadas en cuenta para bautizar el complejo ceremonial, en el área se localizan otras cuevas como las de Santa Ana, El Portal, del Guano y del Jagüey, en su conjunto una importante galería del arte rupestre en Cuba.
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