martes, 26 de marzo de 2013

Aeronaves sin luces. La ruta aérea del hachís

Los helicópteros y avionetas desplazan a los barcos como medio de transporte de la droga. La fuerte vigilancia del río deriva en la entrada a diario de aeronaves cargadas con fardos desde el norte de África.


Si hasta finales de la década pasada el Guadalquivir era la puerta de entrada de la droga procedente del norte de África en Europa, ahora el hachís llega por el aire. La extrema vigilancia del río en los últimos años ha obligado a los narcotraficantes a buscar medios más seguros para importar la mercancía y la han encontrado en los helicópteros y avionetas, como confirma la operación de la Guardia Civil llevada a cabo esta semana en Pilas y Osuna.

Cada noche estas aeronaves viajan hacia el norte de África, cargan una determinada cantidad de hachís y regresan a España. Lo hacen todo a oscuras para no llamar la atención. Vuelan con GPS y aterrizan en el campo, donde varios todoterrenos esperan preparados para cargar la mercancía y llevarla al almacén. Luego, los fardos se distribuyen entre los clientes españoles de la red y de ahí a toda Europa. Por Andalucía entra más de la mitad del hachís que se distribuye en España.

En la provincia de Sevilla son tres los helicópteros que realizaban estos viajes clandestinos que han sido descubiertos en menos de un año. A los dos interceptados esta semana tras una persecución aérea desde Algeciras se le une el que se estrelló en una zona de monte entre Lebrija y El Cuervo en marzo del año pasado, en un accidente en el que fallecieron tres personas. En el resto de Andalucía se han intervenido varias aeronaves más.


El nuevo medio de transporte tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Para las mafias es más seguro que el río porque disponen de un campo de operaciones mucho más amplio. Un piloto experimentado puede aterrizar su aeronave en cualquier zona de difícil acceso, en un claro de un bosque o en una pequeña planicie de un monte. Para la Guardia Civil es imposible vigilar todo el territorio y las maniobras de descarga de la mercancía suelen ser bastante rápidas, por lo que las Fuerzas de Seguridad se ven obligadas a redoblar los seguimientos y a tener que realizar investigaciones mucho más largas y complejas para poder apresar a los traficantes.

En este sentido son mucho más útiles los helicópteros que las avionetas, ya que éstas necesitan de pistas más amplias para poder aterrizar. En ambas orillas del Guadalquivir desde Isla Mayor a Sanlúcar de Barrameda, y en Lebrija en la margen contraria, hay numerosas pistas clandestinas utilizadas durante años por los pilotos del hachís.

Pese a que el río es cada vez menos utilizado por los narcos, esta zona sigue siendo caliente por su propia orografía, ya que cuenta con kilómetros de marismas sin edificaciones y con muy pocos accesos por carretera. Con una buena vigilancia, las mafias pueden detectar la presencia de un coche de la Guardia Civil desde varios kilómetros y ganar así un tiempo preciado para deshacerse de la mercancía sin riesgos. Además, muchas de las bandas dedicadas a introducir hachís son originarias de esta comarca y se conocen cada camino y cada recodo del río.


Los mismos coches encargados de llevarse la droga hasta la nave utilizada como almacén son los encargados de alumbrar a los pilotos para que aterricen. Aun así, un aviador experto puede depositar su nave en el suelo sin luces ni ayuda, como demostró la persona que pilotaba el helicóptero abandonado en Pilas el pasado martes. Este piloto aterrizó en un prado rodeado de cables de alta tensión y acosado por dos helicópteros de la Guardia Civil, que optaron por aterrizar en la carretera ante la peligrosidad que implicaba hacerlo en el campo. Esa maniobra arriesgada permitió al conductor de la aeronave ganar el tiempo justo para salir corriendo hacia las casas del pueblo y huir saltando una valla, por lo que todo apunta a que se trata de una persona que conoce la zona o al menos cuenta con alguien que le prestara ayuda.

El inconveniente principal es la capacidad de las aeronaves. Mientras una embarcación tipo planeadora puede cargar más de dos toneladas de hachís, un helicóptero apenas puede llevar una sexta parte de esta cantidad. Los pilotos de helicópteros viajan solos -algo contrario a la reglamentación, que obliga a llevar copiloto y mecánico- para poder cargar con más fardos, pero se ven obligados a dar más viajes al norte de África si se quiere mantener el volumen de negocio.

Las mafias suelen contratar a pilotos muy experimentados. Muchos de ellos son extranjeros y pertenecieron a las fuerzas aéreas de su país. Los testigos que vieron huir al piloto de Pilas -vestido de negro de pies a cabeza para camuflarse todavía más- lo describen como una persona alta y fuerte y con rasgos propios de los iberoamericanos. No es descartable que se trate de un ex militar de algún país de Iberoamérica.

En el helicóptero accidentado entre Lebrija y El Cuervo en marzo de 2012 viajaban un español, un ucraniano y un marroquí. A diferencia del aparato interceptado en Pilas, era una aeronave antigua y sin matrícula y en ella no se encontró droga. Posiblemente el hecho de que hubiera tres personas a bordo implicaba que estaban realizando algún vuelo de reconocimiento de la zona.


La presencia de pilotos de Europa del Este en helicópteros clandestinos tampoco es nueva, como se comprobó tras un accidente similar en abril de 2011 en Medina Sidonia, que se saldó con dos personas fallecidas. Cada piloto puede llegar a percibir entre 10.000 y 50.000 euros por vuelo, dependiendo de la cantidad que traiga. Cobran más que los pilotos de las planeadoras, pero necesitan menos gente para descargar y vigilar la zona del aterrizaje. Si se tiene en cuenta que cada kilo de hachís vale, dependiendo de su pureza, entre 800 y 1.200 euros, los márgenes del negocio siguen siendo muy elevados.

Los vuelos clandestinos que transportan hachís son casi diarios entre el norte de África y la zona sur de la provincia de Sevilla. Esta práctica ya era utilizada en la década pasada, pero se ha convertido en el medio más usado por los narcotraficantes desde el año 2010, cuando el Ministerio del Interior decidió ampliar el Servicio Integral de Vigilancia Exterior (SIVE) y blindó la desembocadura del Guadalquivir con radares y cámaras similares a los que ya se usaban en el Estrecho de Gibraltar para el control de la inmigración.

Fue precisamente este mismo motivo el que llevó a las mafias a abandonar los alijos en las playas gaditanas, muy vigiladas por las pateras y el tráfico de seres humanos, para explorar la vía del Guadalquivir. Pronto se dieron cuenta de que habían encontrado un filón, ya que el río resultaba invigilable por sus kilómetros y kilómetros de marismas, cañaverales, canales y recodos. Ahora, urge una solución como el SIVE para el tráfico por vía aérea.

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