martes, 18 de enero de 2011

Los platillos volantes del Eje 2/2

Situémonos por un momento en un escenario ya lejano en el tiempo. Corría el mes de octubre de 1910. Los aviones comenzaban a volar con sus primitivas hélices y motores, cuando a los franceses se les ocurrió celebrar la Segunda Exposición Aeronáutica Internacional, en el gran palacio de Champs-Elysees en París. El público se maravillaba ante las nuevas creaciones de los ingenieros, y sobre todo se quedaban atónitos ante un extravagante aparato pintado de color rojo, mitad avión y mitad flecha descomunal que para mayor desconcierto no tenía hélice.
Apenas cerro la feria, el 16 de diciembre, un joven llamado Henri Coanda transportó su avión al aeródromo de Issy les Moulineaux. La gente hacía correr todo tipo de rumores ¿Era una broma? ¿Un planeador? ¿Una gigantesca maqueta? Varios expertos escoltaban a Coanda pensando que iban a ver la demostración de un motor imposible. Ante el asombro general el joven se subió al aparato, comenzó a pulsar botones y a mover palancas. De aquel inaudito armatoste empezó a salir vapor de agua y llamas. El público y los expertos se hicieron atrás. Ante la sorpresa del improvisado piloto aquello comenzó a andar y se elevó en el aire. En 1964 Coanda relató con todo lujo de detalles lo que fue el mayor susto de su vida. Nunca había pilotado un avión, así que verse en el aire rodeado de fuego resultó excesivo, perdió el control, el avión cayó al suelo y terminó de quemarse.
Por primera vez un aeroplano había volado sin hélice. Y lo más importante: Ese día aquel rudimentario motor produjo delante de su creador lo que el profesor Albert Metral llamó "efecto Coanda"; y con ese nombre ha quedado registrado en la historia.
Henri Marie Coanda es uno de esos genios desconocidos por el público. Nació en Bucarest el 7 de junio de 1886. A los 19 años construyó un avión-misil para el ejército rumano. Estudió en su ciudad natal, Iasi, Berlín, Lieja, Montefiore y en 1909 terminó graduándose en París. De niño quedó impresionado con lo que llamaba "el milagro del viento". Sus inventos no se limitaron al campo aeronáutico, aunque jamás se apartó de su sueño por elevarse en el aire; y no precisamente con aviones. Gustave Eiffel, el constructor de la famosa torre, le dijo en cierta ocasión: "Joven, ha nacido usted 30 años demasiado pronto". Esos treinta años pasaron y Coanda vio como las tropas alemanas se apoderaban de su querido París.


El 8 de octubre de 1934 patentó el efecto que lleva su nombre, al año siguiente había comenzado el diseño de lo que llamó "aerodina lenticulara" (en su rumano natal), un platillo volante propulsado por el efecto Coanda, y el 15 de febrero de 1938 patentó su nuevo sistema de propulsión.
Los alemanes examinaron sus trabajos y financiaron la construcción de un aerodino que debía ser propulsado por 12 motores y medir 20 metros de diámetro. Pero Coanda no estaba muy dispuesto a colaborar. Hoy sabemos que mantenía contactos con la espía Anda Boldur, encargada de la información que se facilitaba al general de Gaulle sobre las actividades del ejército de ocupación alemán. Tras la guerra se trasladó a Estados Unidos y su trabajo en aquel país es prácticamente desconocido, si exceptuamos el realizado con un platillo volante basado en su famoso efecto Coanda, que recibió el sobrenombre de “insecto de plata”. Sin embargo, diversos datos hacen sospechar que Coanda fue más allá de lo imaginado.
En 1956, durante un simposium celebrado en Nueva York se le nombró como "el pasado, el presente y el futuro de la aviación"; algo desde luego excesivo si se referían al efecto que llevaba su nombre. Tal vez parte del secreto se desveló cuando en 1967 dio una conferencia para la academia rumana: "Estos aviones que tenemos hoy no son más que la perfección de un juguete de papel hecho para que jueguen los niños. Mi opinión es que deberíamos buscar un aparato volador completamente diferente, con base en otros principios aeronáuticos. Considero que la aeronave del futuro despegará verticalmente, volará como de costumbre y aterrizará verticalmente. Ninguna parte del aparato intervendrá para su movimiento. La idea nos la dio el poder enorme de los ciclones".
¿Otros principios aeronáuticos? ¿Un aparato dirigido sin el uso de rotores, aspas ni alerones? ¿El poder enorme de los ciclones? ¿De qué estaba hablando Coanda?. Sin duda, de algo que no parece estar demasiado relacionado con la navegación aérea convencional.

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