Una colisión de agujeros negros o estrellas de neutrones podría haber sido responsable de una explosión de radiación que golpeó la Tierra en la Edad Media, según señala un estudio elaborado por científicos alemanes, del Instituto de Astrofísica de la Universidad de Jena. Según el trabajo, los habitantes de la Tierra en aquel entonces no se enteraron y se "salvaron por suerte".
Así, el estudio, publicado en 'Monthly Notices' de la Royal Astronomical Society, sugiere que la explosión de radiación que afectó a la Tierra entre los 774 años y 775 fue causado por la colisión de dos "remanentes estelares compactos", tales como los agujeros negros, estrellas de neutrones o enanas blancas.
Esta colisión se habría producido a una distancia del planeta de entre 3.000 y 12.000 años luz y habría provocado una explosión muy corta (unos dos segundos) pero muy intensa en energía. Cuando esto ocurre, una intensa explosión de energía se libera en forma de rayos gamma, que son la parte más energética del espectro electromagnético que incluye visible luz, según han explicado los autores del trabajo, Valeri Hambaryan y Ralph Neuhauser.
Eso significa que cuando la radiación llegó al planeta, habría sido absorbida por la atmósfera, y, por ello, no hay signos evidentes de un evento masivo. Si el estallido de rayos gamma hubiera sido mucho más cerca de la Tierra, podría haber causado un daño significativo a la biosfera, según han indicado los científicos.
CONSECUENCIAS EN LA TIERRA
A pesar de que los antiguos pobladores del planeta no fueron conscientes de la gran acontecimiento celestial, (no consta en ningún escrito de la época que explique un acontecimiento inusual en el cielo), sí se han podido registrar algunas 'huellas' que el suceso generó en la Tierra.
Así, el año pasado, investigadores japoneses hallaron que algunos cedros antiguos tenían un nivel inusual de carbono-14, un material radiactivo que se ha utilizado para la fabricación de artefactos explosivos de hasta 50.000 años de antigüedad. Además, en la Antártida se produjo un aumento en los niveles de berilio, un elemento raro en la zona.
Ambas concentraciones inusuales fueron estudiadas y fechadas entre los años 774 y 775, precisamente el período en el que la intensa explosión de energía habría golpeado la Tierra.
Afortunadamente, este tipo de eventos son "muy raros". Neuhauser ha señalado que es "poco probable" que se experimente un evento de este tipo a corto plazo, de hecho, solo se conoce que se haya producido una explosión en los últimos 3.000 años.
Sin embargo, sí que ha advertido de que "el estilo de vida moderno" es "mucho más vulnerable a este tipo de evento". "Incluso miles de años luz de distancia, un evento similar podría causar estragos en los sistemas electrónicos sensibles se los que las sociedades avanzadas han llegado a depender", ha concluido del investigador.
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