domingo, 17 de febrero de 2013

Desde el punto de vista de los extraterrestres

El protagonista de la historia
Aeronautical Society
(National Aerospace Library)
La literatura está llena de antiguos casos sorprendentes mostrados como pruebas de visitas de seres de otros mundos. En otras épocas remotas nuestros bisabuelos fueron testigos de aeronaves alienígenas, incluso de sus tripulantes. Los críticos han argumentado, en muchas ocasiones, que semejantes casos estaban protagonizados por globos, dadas las descripciones de los testigos todo parecía indicarlo.

Siempre suele escribirse sobre las descripciones de esos testigos, las naves hacían movimientos extraños, los extraterrestres hablaban en lenguas desconocidas y hacían cosas verdaderamente raras e inusuales a ojos humanos.

Entonces se me ocurrió una idea: si tenían razón los críticos, deberían existir descripciones de los tripulantes de globos protagonistas de casos en los que sorprendieron y aterrorizaron a personas en tierra, haciéndoles creer que estaban ante algo oriundo de otro mundo.

No fue fácil encontrarlos, la verdad, fueron un montón de horas busca que te busca, aunque el resultado mereció la pena. Entre ellos es de destacar el que paso a contaros, pues, aunque su odisea es conocida en el mundo aeronáutico, no lo es tanto el incidente que protagonizaron.

En 1836 una esplendida compañía se dispuso a correr su propia aventura en globo, estando compuesta por mister Monck Mason; el caballero Robert Hollond, quien se hizo cargo de los gastos, y el piloto aeronauta mister Charles Green.

La primera y más prudente medida fue tomar provisiones para quince días, por lo que pudiera suceder. Privados de fuego las provisiones eran fiambres; y para no privarse de café o té llevaron una maquinita para hervir agua sin fuego, por medio del calor producido apagando el agua con cal viva.

Los aventureros se preparan y consultan con otros especialistas
National Portrait Gallery, Londres

Fue necesario tomar más de una tonelada de lastre, además de las ropas para abrigo, instrumentos meteorológicos, y todo lo que el experimentado aeronauta juzgó conveniente para una excursión indefinida, hasta llevar pasaportes para diferentes países a donde el caprichoso viento pudiera llevarlos.

A la una del día 7 de noviembre se lanzaron a la región aérea en el jardín Vauxball de Londres, y a las cinco menos cuarto de la misma tarde estaban ya perpendicularmente sobre el continente de Europa. La escena que se les presentó en la oscuridad de la noche excedía en esplendor a la vista de la tierra de día, porque pasando sobre el país más poblado del mundo, como era Flandes, el alumbrado de tantos pueblos les presentaba las líneas de calles, las plazas y aun los caminos, con otras de las casas de campo; pero cuando llegó media noche, tiempo de reposo para la creación, las luces fueron desapareciendo, y los aeronautas se hallaron envueltos en las tinieblas sin saber el destino que llevaban.

Así los idealizaron muchos años después,
bien elegantes en el momento de elevarse.
Ilustración del London News,
julio-diciembre, 1852
El frió que experimentaban era excesivo, el agua y el café hecho previamente estaban helados, y para mantener ardiendo una lámpara era necesario mantener caliente el aceite con la cal viva. No pudiendo ver la distancia de la tierra, ignorantes de la naturaleza de la superficie, y temerosos de ir a topar contra alguna cumbre, o enredarse en algún bosque, descargaron parte del lastre, tiendo la consecuencia el elevarse basta 12,000 pies de los de entonces.

Entonces sucedió un hecho horroroso a la par que asombroso. En este estado sintieron crujir todas las cuerdas y superficie de la máquina como si fuese a reventar; pero después de varias explosiones continuó el globo con firmeza. Este fenómeno se debe atribuir a la humedad absorbida por las cuerdas de la red y que se había helado, y a la expansión del globo que forzaba las cuerdas a mayor extensión.

Al amanecer descubrieron un río majestuoso, sobre el que pasaron, y ya descubrían los campos labrados, cuando al ver subir al Sol sobre el horizonte podían divisar por todas partes más de cincuenta leguas de tierra, diversificada con ríos, montes, valles y poblaciones. Ignorantes del territorio y sin idea de lo que podían haber caminado durante una larga noche en un modo de posta tan desconocido, no sabían si se hallaban en Polonia, en Rusia, ni aun estaban seguros si era tierra de Europa o Asia, por lo que a las siete de la mañana fue resuelto bajar a tierra firme.

Thomas Monck Mason
el "extraterrestre"
organizador de la expedición
Viendo algunos valles con árboles adaptados para descender, cebaron el ancla, pero no aferrándose ésta, subían y bajaban sin poder apearse. Los hombres y mujeres que por el campo veían a aquellas horas una máquina tan extraordinaria, como caída del cielo, y al oír la bocina con que los aeronautas pedían les socorriesen asegurando el cable, no entendiendo la lengua lo que todavía producía mayor espanto, se retiraban a los bosques llenos de temor.

La experiencia del piloto venció al fin los obstáculos y consiguieron apearse, los paisanos escondidos detrás de los árboles, cuando vieron que los descendidos eran hombres como los que habitan en la tierra, pese a sus enormes abrigos y extrañas vestimentas, perdieron el miedo y se acercaron a ayudarles en cuanto era necesario, haciéndose tan amigos que las provisiones para quince días quedaron consumidas en media hora, sin dejar ni una gota de vino ni aguardiente.

Entonces fueron informados que estaban dos leguas de la ciudad de Weilburg (Alemania), residencia del Gran Duque de Nasau, quien recibió á los intrépidos aeronautas con la cortesía y generosidad de un gran príncipe, y en agradecimiento presentaron a Su Alteza las banderas del globo. Los aeronautas con el globo vacío, pasaron después a Paris.

¿Y si el globo no llega a aterrizar y se eleva? ¿Qué hubieran contado los asustados campesinos? Sin duda, hoy tendríamos un caso OVNI de hace casi 300 años. Imaginad más todavía, si alguien vio pasar el globo iluminando la noche, con todo tipo de explosiones y detonaciones provocadas por el frío, cuando todavía no existían los motores.

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