viernes, 7 de enero de 2011

Comienza la leyenda

Edouard Calic, autor del libro “Himmler y su imperio”, explica en su obra que durante los últimos días de la guerra, siendo uno de los reos encargado de recibir a los prisioneros en Sachsenhausen, vio entrar a un oficial acusado de desmoralización del ejército. El militar contó que los aviones habían lanzado sobre las tropas octavillas de propaganda que describían armas fantásticas. Plataformas redondas voladoras de las que salía un fuego destructor. Se podía leer una frase de Goebbels, extraída de una alocución del propio Hitler dirigida a las tropas, el 25 de septiembre de 1944, en el Tätigkeitsberich del Ministerio de Propaganda del Reich: “Que Dios proteja a Alemania a fin de que el Führer no se vea obligado a utilizar estas armas, que los ingenieros alemanes acaban de poner a punto”.
Aparentemente, para Calic, aquella máxima no era una simple fanfarronada. Los platillos volantes de Hitler se estaban construyendo y su acólito Himmler esperaba que los fieros Waffen SS se lanzaran al ataque con las nuevas armas del Apocalipsis. Los soldados leyeron la noticia con emoción, pero el incrédulo oficial había arrugado y roto los panfletos.
Según Calic, de forma paralela, el SS Albert Schorz recibió el permiso de Himmler para usar la mano de obra del campo de prisioneros de Buchenwald y crear los cohetes intercontinentales A-9/10. Los prototipos fueron probados en Laerz (Mecklenburgo). En enero de 1945 comenzó a correr el rumor de que se estaban construyendo las primeras rampas de lanzamiento en Ohrdruf cerca de Weimar, al lado de las ciclópeas instalaciones subterráneas excavadas en el valle del Jonas. Los alemanes esperaban transportar en ellos bombas atómicas para poner fin a la guerra. En la reunión celebrada el 7 de julio de 1943 los jefes militares y políticos acordaron que si el conflicto no era detenido las nuevas aeronaves arrasarían Nueva York y Moscú.
Hoy estos diseños pueden parecernos muy simples, pero en su tiempo dieron lugar a toda una nueva tecnología que más tarde se nos mostró como alienígena, cuando inmediatamente después de la guerra los OVNIS surcaron el cielo.
Varios especialistas y antiguos diseñadores del Eje nos advirtieron que en realidad se estaban describiendo las armas alemanas “de represalia”: El responsable del platillo Flügelrad, Richard Miethe; el corresponsal de guerra Luigi Romersa; el ingeniero que desarrolló las aeronaves conocidas dentro de la ufología con el sobrenombre de “cigarros puros”, Alexander Lippisch; el creador del disco Omega, Andreas Epp o el diseñador de alas volantes Reimar Horten, las identificaron sin ningún problema. Sin embargo, sus avisos cayeron en saco roto. El público estaba ansioso porque los OVNIS fueran de otro mundo, tal y como los vendían los medios de comunicación “amarillos”.

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